Incertidumbre marca la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Hay temor de que sus exabruptos se conviertan en una política de Estado. Si bien, los diplomáticos estadounidenses tratan de calmar los ánimos aduciendo que la llegada de un empresario al Despacho Oval puede generar múltiples oportunidades de negocios para Latinoamérica, lo cierto es que hasta ahora no se avizoran señales claras de cómo eso podría ocurrir. Por el contrario, el magnate ha dejado entrever que el proteccionismo marcará su política comercial. Criticó a la multinacional automovilística Ford por invertir en México acusándola de destruir empleos en EE.UU., amenazó a BMW con un impuesto fronterizo si produce autos en México, prometió aplicar aranceles y restricciones no arancelarias a productos de origen chino…
Las medidas proteccionistas de Trump irían en contra de la esencia misma de la globalización, cuyo estandarte hace unos años era EE.UU.
La integración de este país a las cadenas de valor supondría un obstáculo para las medidas proteccionistas de Trump. Para manufacturar, EE.UU. utiliza insumos y servicios de todas partes del mundo, incluyendo a China y México. Como respuesta, China podría reclamar ante la Organización Mundial de Comercio. Adicionalmente, esto afectaría la industria estadounidense y el consumo interno debido a una subida de precios.
¿Quién gana y quién pierde si Trump concreta sus amenazas?
China y Latinoamérica podrían ganar de muchas maneras si se acercan y aprovechan las fortalezas que tienen.
Paradójicamente, hoy el mayor defensor de la globalización es el presidente chino Xi Jinping, quien fue muy claro en la inauguración del reciente Foro Económico Mundial: “No habrá ganadores en una guerra comercial. Seguir el proteccionismo es como encerrarse uno mismo en un salón oscuro: puede que evite el viento y la lluvia, pero también se quedarán afuera la luz y el aire”.
El proteccionismo de Trump podría hacer que esa “luz, aire y lluvia” lleguen a Latinoamérica y germine una serie de proyectos en el sector agrícola, apalancados por la inversión china.
La ventaja comparativa de Latinoamérica es su suelo fértil y China necesita alimentos. Al mismo tiempo, China tiene capital y tecnología que nosotros necesitamos.
Si Trump nos da la espalda, China no dudará en entrar con mayor fuerza y lo que deberían hacer los gobiernos latinoamericanos es aprovechar esa coyuntura geopolítica para atraer inversión y tecnología china, de esta manera desarrollar la agroindustria y no sólo ver a China como un prestamista, sino como un socio.
La última visita de Xi a Latinoamérica en noviembre pasado marcó un antes y un después en las relaciones bilaterales. China quiere crear parques industriales para facilitar la logística de artículos chinos que ya se comercializan en los mercados latinoamericanos. Además quiere afianzar su participación en proyectos estratégicos con miras a expandir su influencia política. Ejemplo de ello son las hidroeléctricas en Ecuador, el canal interoceánico en Nicaragua, el ferrocarril transoceánico entre Brasil y Perú, etc.
Si bien, lo más lógico para América Latina sería impulsar un tratado comercial con Estados Unidos ya que sigue siendo el mayor socio comercial de la región, la postura equivocada de Trump dejaría un vacío que China no dudará en llenar tal como lo hizo en la época de Bush y como lo siguió haciendo con Obama.